Ciudad fronteriza, EUA
Una artista está humanizando la división EU-México al enfocarse en el punto de cruce más meridional de la frontera
Era un cálido día del mes de julio, y el tiempo de espera ya había escalado de 15 a 30 minutos. Eventualmente, Tanya Aguiñiga tomó acción. Justo después de las 9 a.m., ella y yo, acompañadas por los siete miembros de su equipo de artistas, fotógrafos y camarógrafos, metimos cada uno el total de un dólar en monedas de 25 centavos a unos viejos torniquetes de metal y comenzamos a caminar de Brownsville, Texas, a Matamoros, la ciudad que se encuentra del otro lado de la frontera.
Procedimos a atravesar el Puente Internacional Gateway, un camino de 1,050 pies lineales envuelto en alambre de púas, vigilado por los guardias fronterizos de ambos países, comenzando y terminando con casetas aduaneras. La frontera era física, estéril y ominosa. Entre el alambre, alcancé a percibir algunos candados oxidados, tributos al amor típicamente colocados como gestos románticos en los puentes de París y Nueva York.
Llegamos a un arco rojo decorado con las palabras “Bienvenidos a México”, marcando el control mexicano de pasaportes. A diferencia de la aduana estadounidense, con sus escáneres de pasaportes e interrogaciones de las cuales nadie se salva, aquí nos topamos con una especie de semáforo. Si prende en verde, podrás continuar en tu camino; rojo, y un agente de aduana revisará tu pasaporte antes de permitirte seguir. Tras pasar la aduana, atravesamos más de seis carriles de tráfico y regresamos hacia el puente a Estados Unidos para comenzar la tarea que llevó a Aguiñiga a este punto de cruce, y a los 16 otros que visitó anteriormente: Registrar la psicogeografía de la frontera EU-México.
En la década de 1950, artistas, teóricos y arquitectos acuñaron el término “psicogeografía” para describir el impacto que tiene una ubicación geográfica en el estado mental, emociones y comportamiento de una persona.
Las 1,254 millas de frontera entre el noreste de México y Texas abrazan el Río Grande. Típicamente, este punto divisorio se discute en términos concretos: las bardas que marcan su ubicación; los millones de peatones y coches que la cruzan año con año; el número de separaciones familiares que ocasiona su existencia.
Oficialmente hay 28 puntos de cruce, incluyendo puentes, presas, e incluso un transbordador operado manualmente. Un sinfín de entradas informales existen entre estos puntos, marcando una frontera que se encuentra en constante evolución—una que se extiende más allá de los límites políticos entre Estados Unidos y México y que envuelve a las ciudades y los pueblos adyacentes a ella. Pero quizá exista una manera más perspicaz de medir este espacio: Por cómo las personas responden psicológicamente a él.
A lo largo de su carrera, Aguiñiga, una diseñadora radicada en Los Ángeles, se ha dedicado a crear piezas de arte acerca de la frontera E.U.-México, un espacio que ha marcado su propia vida: Creció en Tijuana cruzando la frontera hacia San Diego todos los días para asistir a la escuela. Su trabajo actual utiliza técnicas manuales para explorar la identidad, la cultura y la clase social. Los medios que utiliza (por ejemplo, el textil) atraviesan generaciones, están empapados de tradición y, al mismo tiempo, se sienten profundamente familiares y democráticos.
Hace algunos años, Aguiñiga fundó AMBOS—Arte Creado Entre Lados Opuestos, por sus siglas en inglés—para expresar y documentar las emociones en la frontera.
El componente más viejo de AMBOS es el Border Quipu, una adaptación contemporánea de un método de registro utilizado por el imperio Inca. Para el proyecto participativo, sus asistentes y ella se detienen en puertos de entrada a lo largo de la frontera e interrogan a las personas que están por cruzar—por cualquier motivo—acerca de su respuesta emocional. Los participantes escriben anónimamente sus respuestas en una postal con la pregunta impresa en español e inglés. Después, Aguiñiga los invita a atar un nudo utilizando textiles de colores vibrantes: un acto creativo sencillo, un símbolo de su contribución al proyecto y un registro de todos los individuos con quienes se han encontrado. Ella entonces ata los nudos, creando caleidoscópicos bultos que representan cada cruce.
Tras haber formado partes del Border Quipu en el punto de cruce oeste entre Tijuana y San Ysidro en 2016, y entre Lukeville, Arizona y El Paso, Texas en 2017, este verano Aguiñiga comenzó a trabajar en el último tramo, de El Paso a Brownsville, el punto de cruce este y parada final de su proyecto.
La situación en la frontera ha cambiado drásticamente desde el comienzo del proyecto Border Quipu, antes de la elección presidencial estadounidense del 2016. Los llamados a “fortalecer” la frontera han incrementado. El gobierno estadounidense construyó prototipos del muro fronterizo, mostrándole al mundo sus intenciones. Luego llegaron los cambios legales. En abril del 2018, la administración Trump comenzó a imponer su política de “cero tolerancia” enjuiciando a la mayor cantidad posible de personas indocumentadas en la frontera—muchos de los cuales habían llegado para pedir asilo político.
Cruzar la frontera ilegalmente se ha considerado un delito menor desde 1929, pero las previas administraciones enviaban a las familias en búsqueda de asilo al sistema de corte civil. La administración Trump decidió detener a los adultos en búsqueda de asilo en el sistema de corte criminal, ocasionando que más de 2,500 niños fueran separados de sus familias durante la primavera y verano de este año.
El Valle del Río Grande fue la zona de mayor impacto de esta nueva política. Del año fiscal 2018 a la fecha, la patrulla fronteriza de E.U. detuvo a 54,498 “unidades familiares”—individuos indocumentados que cruzaron con un miembro familiar—en la región de 17,000 pies cuadrados .
El siguiente sector más alto de cruces de indocumentados fue Yuma, Arizona, con 12,367 unidades familiares aprehendidas.
Las nuevas políticas que intentan desalentar a quienes buscan asilo de ingresar a E.U., han involucrado cambios físicos en la frontera a lo largo de Texas: En junio, la aduana y patrulla fronteriza comenzaron a colocar estaciones secundarias de revisión de pasaportes en medio de los puentes fronterizos del estado, para prevenir que los solicitantes de asilo pisaran los Estados Unidos (un requerimiento para declarar su solicitud). Debido a que la aduana y patrulla fronteriza no cuenta con la capacidad para procesar a los migrantes, esos migrantes acampan en los puentes durante múltiples días—donde pueden estar atorados sin comida ni agua, o ser aprehendidos por la policía—hasta que la patrulla fronteriza decida dejarlos entrar.
El cruce de la frontera y las ciudades que se encuentran en cada lado de ella son espacios ambiguos, una zona que no es ni estadounidense ni mexicana, el producto de un intercambio cultural continuo . Si el obvio límite político no existiera, Brownsville y Matamoros podrían ser dos partes de una misma ciudad. Para muchos residentes del área, básicamente lo son.
El condado Cameron, que incluye a Brownsville, tiene una población 90% Hispano o Latina, de los cuales el 24% nacieron en el extranjero. El condado vecino, llamado Hidalgo, tiene una población 92% Hispano o Latina, y el condado cercano Starr es 96% Latino.
La división entre Brownsville y Matamoros es una construcción tanto física como mental, que cambia dependiendo del contexto político y económico. Para Mauricio Sáenz—un artista de performance y multimedia nacido en Matamoros y residente actual de Brownsville, donde enseña arte en una preparatoria local—la frontera siempre está en el horizonte.
“Me siento aislado del resto de los Estados Unidos. Me siento apartado,” me contó. “La frontera es un país por sí mismo. Esto es México pero también Estados Unidos.”
Hoy, viaja entre Brownsville y Matamoros aproximadamente tres veces a la semana para visitar a sus seres queridos, cuidar de las propiedades residenciales de su familia y hacer mandados. Recuerda un tiempo en donde más turistas visitaban Matamoros, y las calles de ese lado de la frontera estaban repletas de bares y restaurantes. Esto fue antes de la Guerra Contra el Narco en México, que comenzó en 2006 cuando el entonces recién-electo presidente de México Felipe Calderón “lanzó una campaña intensiva contra los narcóticos.” Hoy, la calle—aún atiborrada de personas intentando cruzar—está llena de comercios viejos.
“Existe mucho intercambio, sin embargo las personas no vienen [a Matamoros] tanto como antes debido a la violencia,” dice.
El lado de Brownsville se ha desarrollado como una típica ciudad americana: Su centro histórico—que data de los 1800s—se organiza en una retícula de avenidas llenas de hogares históricos con rejas de hierro, edificios comerciales de mediados del siglo y teatros Art Deco en decadencia. Los centros comerciales albergan las oficinas de abogados especializados en temas de inmigración, consultorios médicos y taquerías.
Las calles de Matamoros, en cambio, son más caóticas e informales, con edificios pintados en tonos de verde, amarillo, rosa y azul. Aunque la influencia latinoamericana en Brownsville es distintiva, el influjo del estilo americano en Matamoros ha sido más sutil.
Ambas ciudades se han caracterizado por el comercio y la manufactura debido en parte a su proximidad al Golfo de México. Desde la década de 1960, empresas estadounidenses han construido fábricas—llamadas maquiladoras—en ciudades fronterizas mexicanas como Matamoros, aprovechándose de la mano de obra económica y de las pocas regulaciones ambientales en la zona . Ciertos acuerdos comerciales permitieron a las empresas estadounidenses transportar maquinaria y materiales a México y exportar productos finales a Estados Unidos prácticamente libres de impuestos.
En los noventa, Brownsville se enfrentó a una cifra inusualmente alta de bebés nacidos con defectos cerebrales. Algunos expertos consideran que esta cifra está relacionada con la contaminación industrial.
Desde que se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el Valle del Río Grande ha crecido exponencialmente. Pero la desigualdad es un gran reto. Según datos del censo, cerca del 30 por ciento del condado Cameron—el cual incluye a Brownsville—no cuenta con seguro, el índice de pobreza se acerca al 30 por ciento y 47 por ciento de la población infantil vive en la pobreza. El índice de diabetes en el sur de Texas es 20 por ciento más alto que en el resto del estado. En 2013, Brownsville fue nombrada la ciudad más pobre del país.
Pero la ciudad y la región son ambiciosas. En 2014, Brownsville fue reconocido por la Liga Cívica Nacional por sus esfuerzos por mejorar la salud pública a través del diseño urbano, creciendo, por ejemplo, su red de carriles para bicicletas. SpaceX abrirá instalaciones cerca de Boca Chica. La University of Texas Rio Grande Valley está expandiendo su Escuela de Medicina, con un enfoque en programas de salud.
Los tres puntos de entrada a Brownsville para peatones y vehículos personales se ubican en una especie de tierra-de-nadie entre México y Estados Unidos, un paisaje ribereño idílico, lleno de pasto color esmeralda y árboles frondosos . El canto de los pájaros y los zumbidos de insectos se escuchan por encima del ruido de los motores de autos.
El Puente Internacional Gateway, el Puente Internacional Brownsville & Matamoros, y el Puente Internacional Veterans—conocidos localmente como El Nuevo, El Viejo y Los Tomates, respectivamente.
La aduana y patrulla fronteriza constantemente podan los árboles y pasto para que las personas que pretenden cruzar ilegalmente no tengan dónde esconderse.
La mayoría de las personas que cruzaban de Matamoros a Brownsville ese jueves por la mañana iban en camino a sus trabajos—el costo de vida es menor en Matamoros y los salarios son más altos en Brownsville—de compras, o a visitar familiares.
Las primeras cuatro o cinco personas que pasaron a un lado de Diana Ryoo, una diseñadora y activista asistiendo a Aguiñiga, no hicieron contacto visual con ella cuando les deseó los buenos días. Ella especula que es debido al incremento de seguridad alrededor de la frontera y al volátil discurso de la administración Trump sobre los mexicanos y la inmigración.
“En otros puntos de cruce, las personas han sido más receptivas, pero [en el Valle Río Grande] se notan algo nerviosas,” me dijo Ryoo mientras esperábamos. “Piensan que es algo político, y no quieren involucrarse.”
Ryoo, al igual que el equipo completo de Aguiñiga, es bilingüe. Cuando saluda a alguien, se presenta y explica que está trabajando con un grupo de artistas en un proyecto que se mostrará en Nueva York y Washington, D.C. Les hace la pregunta en la tarjeta, y a veces los cuestiona sobre por qué están cruzando. Finalmente, los invita a atar el nudo.
Las respuestas que recibe AMBOS pueden ser pensamientos ordinarios del momento—”Me encantan las donas del 7-11”, dice una tarjeta. Un hombre de mediana edad usando botas de piel de cocodrilo azul escribió que estaba pensando en ir de compras y firmó su tarjeta. Oraciones y frases como “Jesús Salva” son frecuentes, así como las reflexiones sobre la discriminación y desigualdad. Un peatón escribió:
“No me siento nerviosa porque soy una persona conecta, pero mi gustaria que tratavan como a mi a todos los demás. Dejé un nudo quirúrgico porque soy doctora Mexicana. No todos sonos malos!”
Esa mañana, vimos a un par de personas cruzando de Brownsville a Matamoros con vendas color piel amarradas a sus codos—símbolo de que habían visitado un centro de donación de sangre frente al puente, del lado americano.
“Veo el 90/100 de gente cruzando para vender la plasma sangre,” escribió un conductor de taxi en una tarjeta, aunque seguro su estimado es exagerado.
En un día típico, el grupo reúne cientos de tarjetas y nudos. Pero en el sur de Texas, recibieron muchos menos. Antes de Brownsville, estuvieron en el cruce entre Hidalgo, Texas, y Reynosa, y la patrulla fronteriza no les permitió trabajar en el puente debido al incremento de seguridad que se dió después de la política de separación de familias de la administración Trump y las elecciones mexicanas. En cuanto llegaron a la mitad del puente, policías estadounidenses los llevaron a una revisión secundaria y amenazaron con arrestarlos si no se iban. Esperaban recibir más tarjetas en Brownsville, pero la patrulla fronteriza les pidió que se fueran una hora después de que llegaron. En puntos de cruce como Tijuana, pudieron quedarse horas sin ser molestados .
Aguiñiga también trabaja del lado mexicano de la frontera, donde hay menos escrutinio de parte de los agentes fronterizos.
Ahora que AMBOS ha terminado con sus activaciones para Border Quipu, Aguiñiga y su grupo de artistas notaron que, durante el proyecto, surgieron más preguntas que respuestas.
“Más allá de tener experiencia propia, no tengo ningún entrenamiento como analista de data cualitativa en leyes de inmigración,” dice. “¿Cómo puedo aprovechar esta plataforma para involucrar a más personas, y compartir el trabajo de intentar descubrir cómo la gente piensa en la frontera?”
Aguiñiga planea crear un reporte acerca del proyecto que pueda ser compartido con políticos y una guía para otros artistas que quieren hablar de la frontera e inmigración en su trabajo. También quiere encontrar la manera de tener un impacto más inmediato.
El caluroso día que crucé de Matamoros a Brownsville con AMBOS, vi a una de esas familias que se encuentran atoradas en el limbo. Me perturbó su situación y sentí ira de saber que los policías los dejaban esperando ahí. Cuando llegué al control de pasaportes, el cubículo para revisiones secundarias sólo albergaba a unas cuantas personas. Había mucho espacio para que la familia esperara ahí en lugar de afuera, en el sol abrasador, sin acceso a baños o agua potable.
Los espectadores del trabajo de Aguiñiga normalmente viven en ciudades que se sienten apartadas del debate, y ella espera llegar a personas que creen saber lo que está pasando, pero que no tienen un entendimiento profundo de lo que realmente se siente estar en estas situaciones. Sin embargo, ahora las implicaciones de los cambios de políticas en la frontera se están esparciendo más ampliamente.
“Desde que todo lo de las separaciones familiares comenzó, parece que las personas están viviendo distinto la exposición ,” me dijo Aguiñiga. “Los toca más de cerca. Es algo que parece tan lejano y ahora, de pronto, no lo está.”
“Tanya Aguiñiga: Craft & Care” en el Museum of Arts and Design, Ciudad de Nueva York, 8 de mayo de 2018 a 2 de octubre de 2018.
Durante su residencia en el Museum of Arts and Design este otoño, Aguiñiga conoció a una maestra de una escuela pública en Florida. Ella mencionó que algunos de sus alumnos no regresaron después de las vacaciones de primavera, lo cual la hizo darse cuenta de que no sabe cuál es el estatus legal de sus estudiantes. Agregó que nunca había visto fotografías de personas cruzando la frontera antes de visitar la exposición.
“Por eso decimos, ‘Humanizar la frontera,’” me contó Sydney Barnett, un cineasta que asiste a Aguiñiga, cuando terminamos el Border Quipu. “La humanidad es compleja, dejemos de hacer que esto se trate de ‘políticas’. Hay gente viviendo aquí.”
Diana Budds es Jefa de Producción de Historias de Curbed.
Ana Karina Zatarain es una escritora, editora y traductora basada en la Ciudad de México.
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